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El ser humano tiene la necesidad de refugiarse en la
espiritualidad, para que en medio del mundo exterior
encuentre un espacio íntimo de recogimiento
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La práctica de la espiritualidad le da un valor trascendental a nuestra existencia y ese andar por los senderos de la vida son caminos para alcanzar la unidad con el ser supremo, tal y como cada uno le concibe. Por el contrario una vida sin un sustento espiritual, pierde sentido de inmediato o carece de él, y busca otras formas de llenar ese vacío a través de compulsiones o adicciones.
El humano no sólo es un cuerpo físico, y por lo tanto no es únicamente satisfaciendo la necesidad de comida y abrigo, como alcanza la armonía. Somos seres sociales, intelectuales y espirituales. Cuando estos diversos aspectos que conforman la vida humana no están satisfechos, existe una completa desarmonía.
La salud es armonía y la carencia de ella conduce a la enfermedad física, emocional, mental, social o espiritual; si este último aspecto no está satisfecho, los demás elementos, carecen de sentido, de ahí que Jesús dice claramente: “No sólo de pan vive el hombre…”
En la disciplina del yoga, este aspecto se cubre con la práctica del Bhakti yoga o yoga devocional, donde independientemente de la religión que profesemos, nos acercaremos a la divinidad a través de ritos, oraciones, ceremonias, etc., y sobre todo con la meditación.
La oración es dialogar con la divinidad, y meditar es en cambio, integrarte a ella. Pero es necesario comprender la gran diferencia entre rezar y orar; Rezar es únicamente repetir una oración creada por otra persona cuyas circunstancias le llevaron a estructurar ese dialogo devocional con la divinidad, tal y como él le concebía. Orar es, por el contrario, establecer un dialogo íntimo entre nuestra esencia divina y la divinidad misma, tal y como cada uno le conciba, para encontrar respuestas y un aliciente en momentos específicos de nuestra vida. Por ello no tiene el mismo valor el rezo que la oración, pues rezar es, analógicamente, usar un parlamento escrito, tal como lo hace un actor que se escuda de palabras ajenas para manifestar sus propias emociones.
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Meditar profundamente hasta sentir la unidad
indisoluble entre la Divinidad y nuestra
esencia divina.
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Uno de los problemas fundamentales de la devoción popular, es desde mi muy particular punto de vista, que los creyentes sólo buscan el refugio divino cuando sienten desolación, dolor o angustia por las circunstancias que atraviesan, y es entonces cuando se hace uso de La Divinidad. Por ello es fundamental tener siempre presente que “Dios no es un bote de basura donde arrojemos el dolor “(K.D.) Es fundamental recordar la trascendencia de la siguiente frase: “No le digas a Dios que tienes grandes problemas. Dile a tus problemas que tienes un gran Dios”, y sobretodo y ante todo, recordar que sí Dios está en todas partes, está siempre presente como tu propia esencia divina. Mantener clara esta convicción nos ayuda a sostenernos en los triunfos y en la derrota, tanto en la angustia como en los momentos de dicha… así pues el reconocimiento de nuestra esencia divina será la mano que nos guie y sostenga en todo momento y en todo lugar. Recordar que la divinidad está en todas partes nos hará encontrar a Dios en cada flor.