martes, 23 de octubre de 2012

Sobre la devoción o el camino del Bhakti yoga.


Todos los seres humanos tenemos la necesidad de encontrar el paraíso perdido, retornar al origen, sentirnos protegidos por un ser superior… De hecho el homo hábilis se transformó en homo sapiens en el momento que al buscar explicaciones para estructurar una cosmovisión donde las incógnitas se resuelvan. En todos los tiempos y en todas las culturas el pensamiento mágico-religioso determina la forma de vida de un pueblo, su cultura y su cosmovisión.

El ser humano tiene la necesidad de  refugiarse en la 
espiritualidad, para que en medio del  mundo exterior 
encuentre un espacio íntimo de recogimiento
La práctica de la espiritualidad le da un valor trascendental a nuestra existencia y ese andar por los senderos de la vida son caminos para alcanzar la unidad con el ser supremo, tal y como cada uno le concibe. Por el contrario una vida sin un sustento espiritual, pierde sentido de inmediato o carece de él, y busca otras formas de llenar ese vacío a través de compulsiones o adicciones. 

El humano no sólo es un cuerpo físico, y por lo tanto no es únicamente satisfaciendo la necesidad de comida y abrigo, como alcanza la armonía. Somos seres sociales, intelectuales y espirituales. Cuando estos diversos aspectos que conforman la vida humana no están satisfechos, existe una completa desarmonía. 

La salud es armonía y la carencia de ella conduce a la enfermedad física, emocional, mental, social o espiritual; si este último aspecto no está satisfecho, los demás elementos, carecen de sentido, de ahí que Jesús dice claramente: “No sólo de pan vive el hombre…” 

En la disciplina del yoga, este aspecto se cubre con la práctica del Bhakti yoga o yoga devocional, donde independientemente de la religión que profesemos, nos acercaremos a la divinidad a través de ritos, oraciones, ceremonias, etc., y sobre todo con la meditación.

La oración es dialogar con la divinidad, y meditar es en cambio, integrarte a ella. Pero es necesario comprender la gran diferencia entre rezar y orar; Rezar es únicamente repetir una oración creada por otra persona cuyas circunstancias le llevaron a estructurar ese dialogo devocional con la divinidad, tal y como él le concebía. Orar es, por el contrario, establecer un dialogo íntimo entre nuestra esencia divina y la divinidad misma, tal y como cada uno le conciba, para encontrar respuestas y un aliciente en momentos específicos de nuestra vida. Por ello no tiene el mismo valor el rezo que la oración, pues rezar es, analógicamente, usar un parlamento escrito, tal como lo hace un actor que se escuda de palabras ajenas para manifestar sus propias emociones.

Y para multiplicar el efecto de la oración lo mejor sería meditar profundamente hasta sentir la unidad indisoluble entre la Divinidad y nuestra esencia divina, para así establecer la oración como un dialogo trascendente que nos ayude a encontrar la paz y la armonía que buscamos siempre. 
Meditar profundamente hasta sentir la unidad 
indisoluble entre la Divinidad y nuestra 
esencia divina.

Uno de los problemas fundamentales de la devoción popular, es desde mi muy particular punto de vista, que los creyentes sólo buscan el refugio divino cuando sienten desolación, dolor o angustia por las circunstancias que atraviesan, y es entonces cuando se hace uso de La Divinidad. Por ello es fundamental tener siempre presente que “Dios no es un bote de basura donde arrojemos el dolor “(K.D.) Es fundamental recordar la trascendencia de la siguiente frase: “No le digas a Dios que tienes grandes problemas. Dile a tus problemas que tienes un gran Dios”, y sobretodo y ante todo, recordar que sí Dios está en todas partes, está siempre presente como tu propia esencia divina. Mantener clara esta convicción nos ayuda a sostenernos en los triunfos y en la derrota, tanto en la angustia como en los momentos de dicha… así pues el reconocimiento de nuestra esencia divina será la mano que nos guie y sostenga en todo momento y en todo lugar. Recordar que la divinidad está en todas partes nos hará encontrar a Dios en cada flor.

miércoles, 17 de octubre de 2012

El amor desde otra perspectiva

“El amor es la forma suprema del conocimiento” 
Swami Vivekananda 


En un mundo lleno de estrés, saturados de tecnología, racionalismo y consumismo, el ser humano siempre se siente sólo, pues no comprende su propia naturaleza. En esta búsqueda de sí mismo, confunde por condicionamiento social, cultural y familiar, el concepto del amor, y así lo concibe de maneras tan antagónicas que pasa de ser una utopía a un proceso total de sufrimiento.

En el yoga el amor es el sendero y la meta misma del practicante, por ello el yoga devocional (bakti yoga) no puede ir separado del conocimiento (gnani yoga) y éstos se concretan en el servicio desinteresado (karma yoga).
La finalidad última del yoga es romper el sentido de
 separabilidad e individualidad formulada por el ego,
 para integrarse plenamente con el absoluto, el todo, Dios. 


La finalidad última del yoga es romper el sentido de separabilidad e individualidad formulada por el ego, para integrarse plenamente con el absoluto, el todo, Dios.

La devoción sin conocimiento tiende a caer en el fanatismo, sinónimo de ignorancia. La devoción al ser supremo, se concreta en el servicio desinteresado, pues lo particular o finito debe ser amado como expresión manifiesta de Dios. La práctica de la espiritualidad es el conocimiento de las leyes básicas que rigen el universo, una de las cuales es saber que si todos somos resultado del amor o creación divina, todos formamos una unidad; por lo tanto, todo pensamiento, palabra, obra u omisión, afecta a la multiplicidad en su conjunto; bajo esta premisa el amor es conocimiento, devoción y servicio desinteresado.

En occidente el amor generalmente conlleva un sentido de posesión, de ahí la semántica de la palabra amor, no muy lejana de amo o dueño. También hay que citar el término esposa, que rápidamente asociamos con el instrumento policiaco que coarta y limita la libertad del otro. Y profundizando en algunos ritos matrimoniales vemos muy claro el simbolismo del “lazo“, como manifestación de pertenencia al igual que la iconografía de las arras o amarres.

Todos los grandes iniciados nos han venido a enseñar que amar es servir a tus semejantes, actitud que conlleva un sentido de humildad. Buda dice “ama al otro más que a ti mismo”, y posteriormente Jesús readapta esta visión diciendo “ama al otro como a ti mismo” (Mt 22,37). 

El concepto místico del amor como entrega y servicio desinteresado.
(Foto: Gregory Colbert “Ashes and Snow”)
Si entendemos el concepto místico del amor como entrega y servicio desinteresado, esto nos lleva a comprender que ésta vida es una oportunidad para alcanzar la unidad con el absoluto, sirviendo a tus semejantes. El amor es servicio, no posesión; el amor, desde un sentido místico es una actitud ante la vida, tras la cual el practicante se fortalece entre más obstáculos encuentre en el camino; el amor es humildad. Por ello Jesús lo expresa diciendo “alabados los pobres (humildes) de espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos”(Mt 5,3).

miércoles, 3 de octubre de 2012

¿Yoghismo o fakirismo?

"El yoga es sólo un camino hacia la liberación" 
(K.D.)

A diferencia de los deportes, donde se entrena a los participantes para ser vencedores, el yoga no se crea para competir con otros, sino para luchar contra uno mismo. Luchar con otros es, finalmente, una guerra campal de egos. El yoga como forma de vida y como filosofía busca superar su propio ego, el obstáculo más grande que el ser humano encuentra en su camino hacia la trascendencia.

Por ello es indispensable que el practicante serio no olvide que el camino del yoghismo es una batalla permanente contra sí mismo, pues "el yoga no es contorsionar tu cuerpo exaltando el ego; Es contorsionar el ego exaltando el templo" (K.D.) De ahí la importancia fundamental que tiene el tomar conciencia, y no olvidar durante el camino, la gran diferencia entre un yoghi y un fakir:

-Mientrás un fakir martiriza su cuerpo llevándolo a limites extremos, el yoghi se respeta en todos los sentidos sin excluir su cuerpo.

-El yoghi busca armonizarse consigo mismo, desarrollando virtudes para servir a los demás; por el contrario un fakir no va más allá de ser un cirquero contorsionista, egocéntrico y por tanto totalmente superficial.

- El fakir, con un aparente misticismo, busca impactar a un auditorio sin otro sentido que ganarse unas monedas, porque finalmente es sólo un oficio como cualquier otro; Cuando el yoghismo es un camino espiritual que nunca termina y es recorrido de manera secreta e individual, por ello Jesús dice claramente: "Que lo que haga la mano derecha, la izquierda no lo sepa."(Mt, 6, 3)

Mantener clara está diferencia es fundamental en el camino,
puesto que actualmente habiendo tantas variedades
de yoga, es muy fácil caer en la superficialidad
del contorsionismo egocéntrico.
Mantener clara está diferencia es fundamental en el camino, puesto que actualmente habiendo tantas variedades de yoga, es muy fácil caer en la superficialidad del contorsionismo egocéntrico. La solución es recordar que el nivel de conciencia hace la diferencia. Para ello es indispensable cuestionarte sí prácticas yoga ¿por qué está de moda? ¿Buscas fines meramente estéticos y vanidosos? o ¿tienes claro que el yoga es solo una herramienta en el desarrollo humano? Y cada instructor debiera preguntarse sí sólo practica un oficio o es una forma de acercarse , para ayudar a los demás, en su camino hacía la libertad trascendente.

Es importante nunca olvidar el precepto budista que dice: "el valor de una acción está determinada por la intención que le genera". Por ello un practicante que busca recorrer el camino hacia la trascendencia, debe tener claro, siempre y en todo momento, cuál es la motivación que lo lleva a practicar ásanas cada vez más complejas...¿es vencerse a sí mismo, trascendiendo las limitantes de la materia o sólo busca impactar a quienes le rodean? y sobretodo analizar sí estamos encaminando nuestros pasos al sendero del fakirismo o al camino del yoghismo, tomando en cuenta que "cada uno de nosotros somos nuestro legislador absoluto, el dispensador de gloria o abatimiento para nosotros mismos, el que determina nuestra vida..." (Sociedad Teosófica) y sobre todo nunca olvidar que "La vida no tiene premio ni castigo, sólo consecuencias." (El idilio del Loto blanco).



Juan Carlos Martínez Parra.